Para entender la analogía entre ambas, hace falta remontarnos a los orígenes del aikido. Después de un exhaustivo recorrido por las principales koryu budo (artes marciales tradicionales), Morihei Ueshiba –creador del aikido– entendió que el verdadero espíritu de las artes marciales no consiste en combatir o siquiera competir contra los otros, sino en buscar el auto-perfeccionamiento integral –físico, mental y espiritual– a través de la reflexión y el adiestramiento continuo. Así, en la primera mitad del siglo XX, optó por desarrollar una gendai budo (arte marcial moderna) novedosa, al que denominaría camino de armonía.
¿Cuál es el diferencial de este arte marcial respecto de las otras? El propósito del aikido es crear sintonía entre los contendientes, de modo que dos personas, juntas, crezcan y sean mejores. Así, esta inusual disciplina tiene como consigna la neutralización del oponente a toda costa, evitando causarle cualquier clase de daño o humillación intencional. Además, los aikidokasse abstienen de participar en toda clase de competencia deportiva –expresión de su radical compromiso por liberarse de todo rezago de ego y orgullo–, para enfocarse en el camino de auto-perfeccionamiento que tiene lugar en el asiduo entrenamiento de unos contra otros.
Todo aikidoka que quiera progresar en este arte deberá empezar por contar con un buen “estómago” (hara), esto es, deberá desarrollar aquella capacidad de convertirse internamente en aquello que quiere llegar a ser en el exterior. Abiertamente en contra de los crónicos niveles de estrés y fatiga que asedian el mundo empresarial, el aikido llama la atención sobre la importancia de la vida interior como prioridad y fundamento de todo crecimiento ulterior.
Según John O’Neil, autor de Liderazgo Aikido, muchas personas son grandes líderes, pero solo por un corto período de tiempo. La clave para sostener la marcha a largo aliento es reservar tiempo para uno mismo. Al abrazar la filosofía del aikido y armonizar nuestras creencias, percepciones y acciones, llegamos a ser capaces de embarcarnos en un sendero de aprendizaje continuo, de cambio personal interior y de renovado liderazgo, a fin de revolucionar el modo cómo establecemos y alcanzamos nuestras metas.
La naturaleza rápidamente cambiante del actual mundo laboral requiere de personas con consistencia interior: solo entonces, podremos desarrollar aquellas habilidades fuertes de liderazgo que nos permitan lidiar con eficiencia, inteligencia y diplomacia los problemas del día a día. El aikido –considera O’Neil– ofrece una serie de prácticas que, al ser aplicadas, nos conducen al desarrollo de nuestro potencial de liderazgo, beneficiándonos tanto profesional como personalmente. Al mismo tiempo, estas nos ayudan a combatir los 5 “enemigos internos” que impiden nuestro progreso: la incapacidad de crecer emocionalmente; el fracaso en la toma de decisiones creativas (no-lógicas); la dificultad de empatizar; los obstáculos frente a la gestión del “ego”; y la frustración de no sentir gusto y pasión en lo que hacemos.
Las 6 mejores prácticas que podemos aprender del aikido son:
1.- Cultiva el auto-conocimiento. Quien no se conoce, no tiene la menor idea de qué necesita ni cómo llegará a aquello que busca. La comprensión de la identidad, propósito y valores es clave para el liderazgo. El auto-conocimiento personal se traduce en auto-conocimiento corporativo: uno es el reflejo del otro.
2.- Practica el paradójico arte de planificar. Diseñar proyectos a largo plazo, no “inmediatistas”, es pieza fundamental para un liderazgo sostenible. Del mismo modo, dichos planes deben evitar perjudicar y menospreciar a otras personas, procurando, más bien, respetar, valorar y reconocer con justicia a todos.
3.- Destaca en comunicación. El liderazgo no crece con reportes anuales, sino mediante una comunicación comprometida e inspiradora. El aikido empieza con la liberación de la mente: la escucha y la apertura incondicional es crucial para todo esfuerzo de transformación que quiera ser sostenible y duradero.
4.- Permite que los valores guíen tus decisiones. Los grandes líderes desarrollan culturas basadas en valores que inspiran y guían a todos. Asimismo, reconocen la importancia de explicitar los valores subyacentes en cada decisión tomada, promoviendo una sentida internalización del propósito de cuanto hacemos.
5.-Transforma los fracasos en éxito. No se trata de evitar las consecuencias indeseadas de nuestras acciones, sino de enfocarnos en lo esencial. Solo entonces dispondremos de la perspectiva necesaria para aprovechar las oportunidades del presente en miras a la realización de un mejor futuro.
6.- Renuévate siempre. Las vacaciones no bastan; la posibilidad de renovarse a sí mismo cada día, mes y año sí. La auto-renovación es un proceso necesario en la vida. Es la cura contra el cáncer de la fatiga crónica, de aquel burnout que no es sino síntoma de una pérdida profunda de sentido: ¿por qué estoy haciendo esto?
En un mundo corporativo habituado a competir, producir y rivalizar, la filosofía detrás del aikido revoluciona nuestra manera de entender el liderazgo. Nos revela cuánto mejor resulta canalizar creativamente las fuerzas de la realidad, en lugar de enfrentarlas. Nos educa en la importancia de armonizar con nuestros colaboradores, bajo la consigna de que solo juntos alcanzaremos nuestro más alto crecimiento personal y profesional. El liderazgo, en conclusión, es un camino de armonía. Un arte a cultivar toda la vida, que trae consigo nuestra felicidad y auto-perfeccionamiento.
O’NEIL, J. (1999). Leadership Aikido: 6 Business Practices That Can Turn Your Life Around.New York, USA: Random House Inc.