Este hito determinó el nacimiento de cuanto hoy conocemos por Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Ciertamente, el concepto ha ido evolucionando a lo largo de los años, migrando gradualmente desde una lógica de rentabilidad –donde ayudar a la sociedad era útil si y solo si servía para aumentar las ventas, fidelizar al cliente y mejorar la reputación– hacia un sincero compromiso con la ciudadanía y con el medio ambiente.
Responsabilidad Social no es sinónimo de asistencialismo. El segundo, ampliamente criticado por la inconsistencia y superficialidad de su “compromiso”, no tiene punto de comparación con la accountability de la primera. Cuando una empresa se hace consciente de sí y reconoce el inmenso valor de las personas con las que se relaciona, decide libremente, con verdadero espíritu altruista, hacerse responsable del lugar que ocupa en el ecosistema social. Así, procura ofrecer el más alto trato a todos y cada uno de sus stakeholders (proveedores, accionistas, personal, clientes); garantiza productos asequibles y de alta calidad, que generen valor a toda la comunidad; articula cadenas de valor amigables con el medio ambiente.
COMPROMISO DE TODOS
Garantizar la sostenibilidad de la Humanidad es compromiso de todos, no tarea de unos cuantos. En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha diseñado en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) un Plan de Acción para garantizar el adiós a la pobreza, la protección del planeta y la pacífica convivencia entre las Naciones hacia el año 2030. La consecución de tan apremiante y descomunal tarea requiere la colaboración de los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y los ciudadanos por igual para legar un mejor planeta a las generaciones futuras.
Ciertamente, no todos dispondremos de los mismos recursos que una multinacional ni podremos tener el alcance de una emisora radial. Que ello, no obstante, no limite el radio de impacto de nuestras acciones. Nunca subestimemos cuánto podemos lograr con una buena pizca de creatividad, una alta dosis de accountability y los hubs digitales adecuados.
Por citar un ejemplo, el año pasado la India, valiéndose del atractivo de los Récords Guinness, hizo de estos una plataforma para lograr un propósito sustentable: 1,5 millones de voluntarios se juntaron en el río Narmada, en el estado de Masdhya Pradesh, para plantar 66 millones de árboles en 12 horas, equivalentes a cinco hectáreas. Con este evento, India superó el récord mundial que habían establecido ellos mismos en 2016, cuando plantaron 49,3 millones de árboles. Este país ha asumido un compromiso con el medio ambiente y el gobierno se ha impuesto metas para protegerlo y vivir de forma más sustentable. Desde el año 2015, todo el país se ha movilizado para cumplir con la promesa que sus dirigentes hicieron en el Acuerdo de París: reforestar 95 millones de hectáreas para el 2030.
India nos enseña en qué medida el deseo por legar a nuestros hijos e hijas un “hogar” en excelentes condiciones nos puede unir. Si queremos sortear con éxito las brechas que dividen a nuestra sociedad y atentan contra el futuro de nuestro planeta, la sustentabilidad debe ser el eje que impulse el cambio. Dejemos que este noble propósito nos inspire y sea nuestra mayor fuente de energía renovable.
ECONOMÍA CIRCULAR
Caminar hacia la implementación de una economía circulares clave si queremos heredar a las generaciones futuras un planeta sustentable. Se trata de rediseñar el futuro, mediante la ingeniería de procesos económicos regenerativos y restaurativos. Ello significa optimizar los bienes que disponemos, apostando por hacer más y mejores cosas con los recursos de siempre. Del mismo modo, implica el abandono de la lógica tradicional del usar y descartar, a fin de poner en marcha flujos renovables donde todo sea reutilizado y revalorizado, y donde nada sea desechado como basura.
“El consumo y la producción sostenibles –detalla el duodécimo ODS– consisten en fomentar el uso eficiente de los recursos y la eficiencia energética, infraestructuras sostenibles y facilitar el acceso a los servicios básicos, empleos ecológicos y decentes, y una mejor calidad de vida para todos. Su aplicación ayuda a lograr los planes generales de desarrollo, reducir los futuros costos económicos, ambientales y sociales, aumentar la competitividad económica y reducir la pobreza… También es necesario adoptar un enfoque sistémico y lograr la cooperación entre los participantes de la cadena de suministro, desde el productor hasta el consumidor final. Consiste en involucrar a los consumidores mediante la sensibilización y la educación sobre el consumo y los modos de vida sostenibles, facilitándoles información adecuada a través de normas y etiquetas, y participando en la contratación pública sostenible, entre otros”.
Una economía circular posee un potencial inconmensurable para la innovación, la generación de empleo y el desarrollo económico. Es el más claro ejemplo de cómo la responsabilidad social no representa un lastre para el empresariado, sino un verdadero catalizador de oportunidades para el crecimiento sostenible de nuestra sociedad. Ante el desafío que significa caminar hacia una existencia sustentable, el primer y más importante paso empezará por repensar nuestros hábitos de pensamiento, estándares culturales y estilos de vida. Solo entonces daremos con la raíz más profunda de las desconexiones que aquejan nuestra convivencia.